lunes, 23 de mayo de 2016

¿3 estados de capital cultural?

El capital cultural es el potencial que tenemos adquirido de la cultura intelectual y del medio familiar. Dentro del capital cultural define tres estados según la modalidad de adquisición y de transmisión del mismo. El capital cultural puede presentarse en estado incorporado (habitus) , ligado al cuerpo, se adquiere personalmente y mediante la pedagogía familiar. Este estado debe ser adquirido de forma constante que lo hace presentarse más como propiedad innata , que como adquisición. El segundo estado del capital cultural es el estado objetivado que se presenta bajo la forma de bienes culturales cuadros, libros, diccionarios, instrumentos, máquinas, etc. Se trata de un capital transmitido por su materialidad o comprado por el capital económico. Lo importante de este capital es que su adquisición material no implica la apropiación de la habilidades  y reglas necesarias  para el uso de los bienes. Y por último se define un capital cultural institucional que ofrece un valor constante y garantizado jurídicamente , adquirido con los títulos académicos  y educativos. Este último estado proporcionado por los títulos escolares tiene la particularidad de ofrecer la moneda convertible entre capital cultural y capital económico.
Cabe recordar que Bourdieu  toma de la teoría marxista la idea de una sociedad estructurada en clases sociales que se encuentran permanentemente en lucha por la imposición de sus intereses específicos. 
Para un sociólogo como Bourdieu , el poder económico sólo puede reproducirse y perpetuarse ,si a la vez , logra poseer el poder cultural y ejercer el poder simbólico. La dominación de una clase social sobre otra se asienta en el ejercicio de este poder. Por tanto las prácticas y procesos sociales sólo se pueden explicar a partir de un análisis que relacione elementos económicos y culturales simultáneamente.

En la actualidad y gracias a la expansión de las llamadas nuevas tecnologías , el capital cultural ha empezado a globalizarse pero no se ha democratizado como solicitaba Bordieu, sino que parece haber enfatizado , su situación en las clases altas y educadas de la sociedad. La cultura que trasmiten estos nuevos medios, separa aún más , a los que la reciben del resto de la sociedad ,de tal forma , que los que han adquirido “el capital cultura digital” disponen de un sistema de percepciones, lenguaje , pensamiento y apreciaciones que les distinguen de los que  no han conocido otro aprendizaje que los analógicos , los oficios y los contactos sociales.

Recuperado de:https://activismohibrido.wordpress.com/2012/10/30/el-capital-cultural/

domingo, 15 de mayo de 2016

El impacto de la teoría de Bourdieu en la psicología social

Su principal impacto y aportación a la psicología social es el debate en el que se sitúo para poder entender la interacción entre lo social e individual.
Bourdieu ofrece una teoría de la practica en la que están presentes los determinantes estructurales de la acción social cotidiana y la interpretación subjetiva que de dichas acciones hacen los individuos que participan en ellas. (la doble dimensión del mundo social: objetiva y subjetiva).
Rolando Coronado menciona que  Pierre Bourdieu se ha perfilado como uno de los teóricos cuyo esfuerzo de investigación es considerado dentro de los mejores y mayores esfuerzos por conciliar instancias teóricas presuntamente antagonistas (aquellas heredadas para la ciencia sociológica desde los aportes de Marx, Weber o Durkheim) para llegar al establecimiento de un cúmulo teórico ambicioso encaminado a ofrecer lecturas todavía más profundas y reveladoras del espacio social, de sus actores y de sus dinámicas de interacción. 
El constructivismo estructuralista de Bourdieu  comienza con una labor de observación sobre la acción de los agentes. Este punto no deja de ser esencial en todo momento del planteamiento teórico. Gracias al despliegue de los esfuerzos de los agentes es que se comprende su avance hacia el análisis del campo y de las estructuras que lo rigen y que les dan coerción. Frente a ellas los agentes actúan con premura visto que se hayan interpelados por las mismas constantemente. 
Como ya se había anotado, los agentes ofrecerán respuestas a tales interpretaciones a partir del bagaje cognoscitivo y empírico del que dispongan en un momento dado. De los insumos extraídos de la experiencia es que se fijan conocimientos que orientan las respuestas de los agentes, seguramente unas más eficaces que otras, pero que indefectiblemente se validan conforme van demostrando ser útiles y funcionales a la satisfacción de necesidades y conservación de la integridad de los agentes. Cuando se llega a este nivel de utilización de una serie de respuestas es que se habla de un sentido práctico, donde concretamente se activan fórmulas ya validadas, si se quiere, que economizan la reflexión -incluso la energía que conlleva a la misma- encaminadas a la resolución de problemas prácticos que se suelen presentan en la vida cotidiana así como en diversas esferas de la vida social de los agentes, ciertamente requeridos de alternativas eficaces y eficientes.


Este sentido práctico se halla inscrito en el cuerpo de los agentes, en sus movimientos, en sus diferentes desenvolvimientos corporales, los cuales se activan ante la particularidad de la situación enfrentada. Dicho sentido práctico sería otro modo más de interiorización de aquellas estructuras sociales que, pese a sus constreñimientos por momentos asfixiantes, dotan a los agentes de pautas útiles que les permiten surcar los mares más procelosos de la vida social. En mundo cada vez más convulso y sensacionalista, demandante de acciones rápidas, un concepto como el del sentido práctico da luces sobre esto que durante todas estas líneas se ha venido hablando: la práctica de los actores, que no solamente se limitarían a reproducirlas sino que buscarían la posibilidad de reformular las estructuras en las cuales se mueven. De todo esto, se asiente que hay una intrínseca dialéctica entre el establecimiento de una estructura social y sus márgenes de coerción y los desplazamientos de los agentes, reproductores e innovadores según su particular proceso biográfico (Rolando Coronado).

Fuente: https://flakiscilt.wordpress.com/2014/03/22/impacto-de-la-teoria-de-bourdieu-en-la-psicologia-social/

lunes, 9 de mayo de 2016

Espacio y campo social.


El concepto de campo es indisociable  del de habitus (y del de capital). En efecto, según Bourdieu
"el principio de la acción histórica, - la del artista, la del científico o la del gobernante, como también la del obrero o la del pequeño funcionario -, no radica en un sujeto que enfrentaría a la sociedad como a un objeto constituido en la exterioridad. Dicho principio no radica ni en la conciencia ni en las cosas, sino en la relación entre dos estados de lo social, es decir, la historia objetivada en las cosas bajo forma de instituciones, y la historia encarnada en los cuerpos bajo la forma del sistema de disposiciones duraderas que llamo habitus" (Bourdieu, 1982: 37-38).
Aquí se postula claramente una relación dialéctica entre habitus y campo, en el sentido de que el uno no puede funcionar sino en relación (recíproca) con el otro. Por consiguiente, es el encuentro entre habitus y campo, entre "historia hecha cuerpo" e "historia hecha cosa", lo que constituye el mecanismo principal de producción del mundo social. Bourdieu especifica de este modo el doble movimiento constructivista de interiorización de la exterioridad y de exteriorización de la interioridad. El habitus sería el resultado de la incorporación de las estructuras sociales mediante la "interiorización de la exterioridad", mientras que el campo sería el producto de la "exteriorización de la interioridad", es decir, materializaciones institucionales de un sistema de habitus efectuadas en una fase precedente del proceso histórico-social.


El espacio social
Pero ¿qué es un campo? Para entenderlo quizás convenga partir del concepto de espacio social.  Para Bourdieu el espacio social es un sistema de posiciones sociales que se definen las unas en relación con las otras (v.g., autoridad / súbdito; jefe / subordinado; patrón / empleado; hombre / mujer; rico / pobre; distinguido / popular; etc.). El "valor" de una posición se mide por la distancia social  que la separa de otras posiciones inferiores o superiores, lo que equivale a decir que el espacio social es, en definitiva, un sistema de diferencias sociales jerarquizadas (¡"la distinción"!) en función de un sistema de  legitimidades socialmente establecidas y reconocidas en un momento determinado. Y lo que se llama "orden social" no sería más que el sistema global de espacios sociales constituido por conjuntos de posiciones, a la vez vinculadas y contrapuestas entre sí por las distancias que las separan.
En un espacio social dado, las prácticas de los agentes tienden a ajustarse espontáneamente - en circunstancias normales - a las distancias sociales establecidas entre posiciones. Es la dosis de conformismo requerido para el funcionamiento del sistema social. Lo que no excluye, sin embargo, que en períodos de crisis, por ejemplo, se transgredan o se redefinan las distancias sociales.

El campo social
En las sociedades modernas caracterizadas por un alto grado de diferenciación y complejidad, el espacio social se torna multidimensional y se presenta como un conjunto de campos relativamente autónomos, aunque articulados entre sí: campo económico, campo político, campo religioso, campo intelectual, etc. Un campo, por lo tanto, es una esfera de la vida social que se ha ido autonomizando progresivamente a través de la historia en torno a cierto tipo de relaciones sociales, de intereses y de recursos propios, diferentes a los de otros campos.
 Bourdieu recurre nuevamente a la metáfora del juego para dar una primera imagen intuitiva de lo que entiende por campo: éste sería un espacio de juego relativamente autónomo, con objetivos propios a ser logrados (enjeu), con jugadores compitiendo (a veces ferozmente) entre sí y empeñados en diferentes estrategias según su dotación de cartas y su capacidad de apuesta (capital), pero al mismo tiempo interesados en jugar porque "creen" en el juego y reconocen que "vale la pena jugar" (Bourdieu, 1992: 73).  En cada momento, las relaciones de fuerza entre los jugadores definen la estructura del campo. Esto no es todo:
"Los jugadores pueden jugar para aumentar o conservar su capital, sus fichas, es decir, en conformidad con las reglas tácitas del juego y con las necesidades de la reproducción del juego y de los intereses en juego; pero también pueden trabajar para transformar parcial o totalmente las reglas inmanentes del juego" (Bourdieu, 1992: 75).
En sentido riguroso, el campo se define - como todo espacio social - como una red o una configuración de relaciones objetivas entre posiciones diferenciadas, socialmente definidas y en gran medida independientes de la existencia física de los agentes que las ocupan (Bourdieu, 1992, 72). Así, el agente que ocupa la posición de empleado o de patrón, de sub-oficial o de oficial superior, de padre o de hijo, de dirigente deportivo o de simple practicante, puede muy bien desaparecer físicamente sin que la posición deje de existir, quedando ésta disponible para otro agente según el principio: ha muerto el rey, ¡viva el rey!


Fuentes de consulta:
Giménez, G. (2016). LA SOCIOLOGÍA DE PIERRE BOURDIEU (1ra ed., pp. 13-14). Cuidad de México. Rexuperado de  http://www.paginasprodigy.com/peimber/BOURDIEU.pdf

domingo, 1 de mayo de 2016

El habitus como disposición y esquema

En sus primeras definiciones (elaboradas a partir del análisis de las prácticas rituales de la sociedad kabil), Bourdieu recurre a dos términos claves para definir el habitus: el de “disposición” y el de “esquema”.
El primer término es una herencia de de la filosofía moral: “El término disposición parece particularmente apropiado para expresar todo lo que recubre el concepto de habitus (definido como sistema de disposiciones): en efecto, expresa ante todo el resultado de una acción organizadora que reviste, por lo mismo, un sentido muy próximo al de términos como estructura; además designa una manera de ser, una propensión o una inclinación”.
El término esquema, más recientemente asociado con la noción de “competencia” de la gramática generativa de Chomsky, tiene una connotación más cognotivista y deriva directamente del “esquema” o “sistema simbólico” de Lévi-Strauss. En efecto, desde sus primeras definiciones Bourdieu caracteriza al habitus como un “sistema de esquemas interiorizados que permiten engendrar todos los pensamientos, percepciones y acciones característicos de una cultura, y sólo a éstos”  (Panofky, 1967)
Así entendido, el habitus tiene un carácter multidimensional: es a la vez eidos (sistema de esquemas lógicos o estructuras cognitivas), ethos (disposiciones morales), hexis (registro de posturas y gestos) y aisthesis (gusto, disposición estética). Esto quiere decir que el concepto engloba de modo indiferenciado tanto el plano cognoscitivo, como el axiológico y el práctico, con lo cual se está cuestionando las distinciones filosóficas intelectualistas entre categorías lógicas y valores éticos, por un lado, y entre cuerpo e intelecto por otro. O lo que es lo mismo: se está superando las distinciones de la psicología tradicional entre lo intelectual, lo afectivo y lo corporal.
En cuanto esquema, el habitus es sistemático (lo que explicaría la relativa concordancia entre nuestras diferentes prácticas) y transponible, es decir, puede transponerse de un ámbito de la práctica a otro, de un campo a otro (lo que nos permitiría presentir, en cierta manera, cómo va a actuar un agente en una situación determinada, después de haberlo visto actuar en situaciones previas).
Este es el momento de introducir una observación importante: el habitus concebido como “esquema” existe en estado práctico; por lo tanto se lo interioriza de modo implícito, pre-reflexivo y pre-teórico. Como dice el propio Bourdieu “el sistema de esquemas clasificatorios se opone a todo sistema de clasificación fundado en principios explícitos y explícitamente concertados, como las disposiciones constitutivas del gusto y del ethos, que son sus dimensiones, se oponen a la estética y a la ética” (Bourdieu, 1979).
Por lo tanto estamos ante una teoría del “sentido práctico” que no pasa necesariamente por la conciencia y el discurso, con lo cual se cuestiona las teorías que reducen la acción al punto de vista intelectual del observador externo, en detrimento del punto de vista práctico del agente que actúa. Aunque, por otra parte, no se excluye la posibilidad de que el habitus se explicite conscientemente en forma de “esquema metódico” por efecto de la educación formal y de la inculcación sistemática. Con otras palabras: no se puede ignorar el trabajo de codificación y de formalización que opera sobre el habitus y a partir del habitus.
¿Pero qué es un “esquema” en el sentido estructuralista del término? La respuesta es simple: “cualquiera sea el terreno al que se aplique, el esquema produce términos opuestos y jerarquizados, y al mismo tiempo la relación que los une” (Bourdieu, 1976). Así concebido, el esquema se sujeta a las leyes de equivalencia, de sustitución y de inversión, como nos lo enseñara Lévi-Strauss. Hasta aquí Bourdieu permanece fiel al principio estructuralista de la oposición distintiva como generadora del sentido y del “valor” (en sentido semiológico, y no axiológico), y concibe la función simbólica como un “poder separador, distinción, diacrisis, discretio, que hace surgir unidades discretas de la continuidad insecable, y la diferencia de la indiferencia” (Bourdieu, 1979).
Nuestro autor, sin embargo, generaliza, amplía y distorsiona a su manera el esquematismo estructuralista introduciendo nuevos elementos como la jerarquización de las diferencias, el principio de contextualización situacional que decide el sentido y el valor de una posición distintiva, y la definición no sólo cognitiva sino también axiológica del “valor” saussuriano. Con otras palabras, la oposición distintiva funciona también como una jerarquía de legitimidad, y toda categorización es indisociablemente valorización y estigmatización, generadora de signos de distinción o de marcas infamantes.

domingo, 24 de abril de 2016

Consumo: concepto "habitus"

El concepto de habitus es el elemento central de la teoría sobre el consumo en Bourdieu, en él expresa la oposición entre dos elementos: la estructura social, mediante los estilos de vida en el ámbito del consumo, y la producción.

Bourdieu define los habitus como “sistemas de disposiciones duraderas, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en tanto que principios de generación y de estructuración de prácticas y representaciones” (Bourdieu 2000a: 256). Los habitus son por un lado una estructura estructurante, producto de la estructura social que organiza las prácticas y la percepción de estas. Por otro lado, es estructura estructurada, es decir, es también agente de la estructura social al constituirse como el principio de división en clases lógicas que organiza la percepción del mundo social, y a la vez es el resultado de la anexión de la división de estas clases sociales.

Bourdieu considera que el consumidor aparece ligado al habitus, con respecto al estilo de vida y a la manifestación de la publicidad. Así mismo, también señala la capacidad activa del sujeto que se encuentra como hemos dicho vinculado al habitus, y es este último el encargado de permitir que el individuo se niegue a determinadas prácticas de consumo impuestas por los productores. Esto hace que los fabricantes tengan que adaptarse al hábitus o gustos de consumidor. Es necesario mencionar también, que la capacidad de resistencia a las imposiciones de los productores en distinta en cada consumidor. 

Para Bourdieu:  los diferentes habitus conforman y dan origen al estilo de vida, por lo que el habitus se produce con anterioridad al estilo de vida. Por otra parte, el habitus actúa como generador de prácticas enclasables y a su vez, como sistema de enclasamiento de esas prácticas. En otras palabras, los habitus o gustos generan las prácticas de consumo y, a su vez, actúan como clasificadores de las mismas. Por lo tanto, tenemos que los habitus realizan una doble función en relación a las prácticas: generarlas y clasificarlas. Las prácticas y el estilo de vida tienen como rasgo en común el habitus. Ambos términos, prácticas de consumo y estilo de vida no son sinónimos, sino que uno genera a otro. Es decir, las mismas prácticas son las encargadas de producir o crear dicho estilo. 

Siguiendo con el estilo de vida, este requiere tanto de las prácticas como de los habitus. Ambos términos se condicionan, pero pueden también actuar de forma autónoma. Bourdieu enfrenta el habitus con el estilo de vida, concediéndole al primero un mayor poder explicativo y un mayor arraigo en las condiciones materiales. El habitus, como decíamos anteriormente, es el encargado de generar las prácticas de consumo, pero no es lo único, ya que de igual forma, también crea junto con las prácticas, el estilo de vida. Las prácticas de consumo adaptan las condiciones materiales y el estilo de vida intenta sobrepasar dichas condiciones. Es necesario decir también, que el estilo de vida transforma las prácticas de consumo en distinción. Es decir, las prácticas de consumo generan un estilo de vida que será distinto en las diferentes clases sociales. Los individuos que ocupen una posición elevada en la pirámide social y/o las clases altas, tendrán unas prácticas que les ubicarán dentro de un estilo de vida concreto y que será diferente a las prácticas y estilo de vida que mantengan las clases bajas o los individuos que se encuentren más abajo en la jerarquía social. Las diferencias en los gustos o prácticas pueden constituirse como un ejemplo de habitus.

El habitus es atribuido a todas las clases y subclases sociales, pero obtiene una mayor importancia en aquellas donde se produce la capacidad de elección. Bourdieu relaciona las clases sociales con el prestigio que proporcionan tener unos gustos o habitus considerados como superiores y legítimos. La estratificación vinculada al estatus va en función del poder económico, ya que el habitus se fundamenta en la posibilidad de poder elegir más allá de las necesidades. En este sentido el consumo queda restringido por el nivel adquisitivo de los individuos. Bourdieu considera la distinción se encuentra en un consumo de lujo frente a uno de necesidad. 

domingo, 17 de abril de 2016

EL ESTILO DE VIDA


En Bourdieu el estilo de vida es más un elemento para la exclusión social que para la integración, es una manera de integrar a las clases dominadas excluyéndolas. Este estilo de vida del que habla Bourdieu, se articula con la lucha entre clases sociales. Es el concepto mediador entre la estructura social y las prácticas. La estructura social son las relaciones de dominación, donde Bourdieu sitúa fundamentalmente lo social. 


Bourdieu hace referencia a la estilización de la vida, concepto tomado de Weber, que se refiere a la conciencia de estilo y es un elemento de igualación de las prácticas y la sociedad. Esto quedará reducido a los estilos de las clases superiores dentro de un proceso de dominación (Bourdieu 1998: 53). Esta estilización de la vida es el resultado de las situaciones materiales y sociales que se reflejan cuando los individuos escogen, en su consumo, y se identifica con la desvinculación del consumo por necesidad.

El estilo de vida es un fenómeno clasificatorio del que se deriva la obtención de unos objetos determinados y la clasificación de los sujetos en la escala social. Esos objetos o bienes son utilizados por esos sujetos, como símbolo de distinción. El estilo de vida da lugar a la estructura social, y a su vez proviene de ella.

El papel que juegan aquí las clases populares, está influenciado por la dominación de los que poseen los estilos de vida propiamente dichos, las clases altas. Las clases bajas carecen de estilo de vida, por lo que se limitan a adoptar, en la medida en la que pueden, los estilos de la burguesía, haciendo de la necesidad algo virtuoso. 

Bourdieu representa el estilo de vida, también, como un generador de conflictos entre clases y como un instrumento que hace posible las transformaciones sociales mediante elementos materiales.

El consumidor toma una posición de sujeto en el consumo, como hemos mencionado anteriormente al hablar del consumo como práctica. Es él, el que determina su consumo, el que crea su propio estilo de vida; no los objetos. Son entonces, el consumo como tal y sus actividades, los que crean los estilos de vida, a través de los que consumen.

domingo, 10 de abril de 2016

El consumo como práctica para Bourdieu.



Al hablar de consumo como práctica, Bourdieu pone el énfasis sobre los productos, los objetos y los signos de consumo. Todo ello lo desarrolla dentro de las relaciones sociales, como por ejemplo, la dominación de unos grupos sobre otros, o las que tienen lugar en las clases sociales.

Son estas últimas las que explican los productos en sí, y su circulación.
En contraposición a Barthes y Braudillard, Bourdieu afirma que, las prácticas de los grupos sociales es la principal explicación de los prácticas de consumo, ya que lo que da identidad a un grupo social son las prácticas comunes, no sus signos. Así en lugar de hablar de moda, lo hace de vestuario, es éste el que sitúa a los individuos dentro de una clase social. Ante la afirmación de Braudillard de que el consumidor se encuentra en una posición de objeto, es decir toma un comportamiento pasivo en el consumo. Bourdieu señala la posición como sujeto que desempeña el consumidor. También se niega a la idea de que el consumo no está relacionado con el interés, y considera que lo que mueve el deseo es la motivación, producto social interiorizado en cada uno de nosotros, inconsciente y abstracto.

Apoyándose en la teoría de Simmel sobre el consumo en cascada, que hace referencia a la constante sustitución de modas, Bourdieu afirma que las clases altas poseen unas prácticas de consumo propias que actúan como distinciones sociales, y que estas prácticas características de las clases altas son imitadas por las clases bajas para conseguir un reconocimiento en la sociedad de clases, para ascender en la pirámide social.

Debido a estas imitaciones, las clases altas sustituyen sus hábitos de consumo por otros nuevos para seguir manteniendo esa diferenciación del resto.

En base a los efectos del consumo como práctica, Bourdieu afirma que esto hace alusión a aquello que nos clasifica, que nos diferencia en las diferentes clases sociales, y que nos engloba dentro de otras con las que compartimos el mismo entorno social y material. Esta clasificación la hace mediante el gusto, que es la manera en la que el consumo se manifiesta.

Bourdieu trata la práctica del consumo vinculándolo a la posición que ocupa en la escala social el consumidor. Dando importancia a la apropiación de los objetos, a lo que él denomina, el uso social.

Dependiendo de la clase social a la que pertenezcamos tenemos unas prácticas de consumo u otras, que vienen determinadas también por el estilo de vida. Tanto estas prácticas, como la clase social, están establecidas desde nuestro nacimiento, y ni siquiera la educación puede influir en este hecho.





Fuentes de Información:
sociologiaConsumo - La sociología del consumo en Pierre Bourdieu. (2016).Sociologiaconsumo.wikispaces.com. Recuperado 10 Abril 2016, de https://sociologiaconsumo.wikispaces.com/La+sociolog%C3%ADa+del+consumo+en+Pierre+Bourdieu